Territorio Civale

escritora, periodista, nómade

Otro entre otros: La historia de los judíos gays en Argentina

El documental, filmado y producido con un pequeño presupuesto, se presentó en Miami como un estreno mundial y cuenta las entrevistas a cuatro homosexuales argentinos judíos que explican sus vidas en un tono directo y conmovedor.

La gente que es discriminada, discrimina’, afirma con su voz cantarina y resignada, Dan, un joven actor y transformista. Gustavo cuenta a su familia y sus amigos que es gay. La reacción es inquisitoria, incomprensible en este siglo, incomprensible cuando hay amor. Se escucha a uno de sus amigos de toda la vida decir: ‘Cuando me llamaba por teléfono, no me gustaba. ¿Qué quiere este puto?’. Dany, relacionista público, hizo todos los deberes que su familia le mandó. No llegó a contarle a su madre que era gay: un día ella se tiró por la ventana. Dice: ‘Hizo el desayuno. Fue a arreglar el cuarto de mis hermanos y se cayó por la ventana’. Hace una pausa y agrega: ‘Mi mamá se suicidó’. Antes había afirmado que no había tenido oportunidad de decirle que él era gay pero que estaba seguro de que ella lo sabía.

Diego, rodeado de los planos de su trabajo como arquitecto, narra una historia muy parecida a los de los otros cuatro hombres “todos ahora alrededor de los 40 años- todos ahora y siempre, judíos religiosos. Todos, ahora, protagonistas del inquietante documental de Maximialiano Pelosi, productor cinematográfico y debutante como director con Otro entre otros, una película que cuenta las dificultades de ser gay dentro de los sectores más intransigentes de la comunidad judía, queriendo mantener los lazos con ella y sus milenarias tradiciones: ir al templo, celebrar Pesaj (Pascua judía), caminar de la mano por el Once con sus amigos, llevar la Kipá ( especie de sombrero que sólo los hombres usan) con los colores del arcoiris, los colores de la comunidad LGTB.

Lejos de lo que se podría imaginar de un pueblo que ha sido perseguido y discriminado por años, la colectividad judía no recibe con los brazos abiertos, según narra Pelosi, a estos hombres ‘diferentes’. Las puertas se cierran, se planta el silencio, el secreto, la vergͼenza que lleva a cada uno a tomar una decisión vital: ¿cómo vivir la sexualidad elegida y usar la Kipá; cómo ser gay con orgullo dentro del propio entorno y asistir con su pareja a las celebraciones tanto religiosas como privadas? Por qué no pueden, por qué no los dejan, por qué los castigan, ‘por qué nosotros’, es la pregunta que subyace en toda la película, este pueblo que ha sido perseguido y que hace de la lucha contra la discriminación una bandera, maneja este discurso que no acepta la diversidad.

A lo largo de la película, que hace eje en la historia de Gustavo, amigo personal del director, nos vamos enterando cómo cada uno de los protagonistas reales elegidos por Pelosi fue intentando encontrar su camino: ‘siendo puto y judío a la vez’, sin renegar de ninguno de estos dos adjetivos que firmemente constituyen su identidad.

Y por qué se le ocurrió a Pelosi, un joven católico de 33 años, hacer esta película. El lo cuenta así y a mí, al menos, me deja perpleja y me gusta su valentía de poner su vida sobre la mesa. Dice, casi como una declaración de principios: ‘Nací en una familia católica, apostólica, romana. Fui bautizado, tomé la comunión e hice mi confirmación. Mis padres esperan todavía que pase por un altar para desposar a una joven virgen con la cual formar una nueva familia cristiana. Pero un par de sucesos en el camino hicieron que las cosas no tengan un transcurrir tan feliz para mis padres. Todos los días cuando abro los ojos en la cama, junto a mí hay otro hombre. Salgo del cuarto y en el marco hay una Mezuzah ( elemento que contiene una oración ) . En ese y en todos los marcos de las puertas. Paso por el living y sobre el aparador veo un estuche de terciopelo donde sé que están los Tefilim. Llego a la cocina y me preparo un café, automáticamente tomo el cuchillo de mango blanco para untar el queso, porque los marrones son de carne. Y como tengo dos juegos de cubiertos, también tengo dos juegos de loza y dos hornos. ‘No cocinarás al cabrito en la leche de su madre’, o algo así, dice una frase en la Torá. Si suena el teléfono tengo que chequear el identificador de llamados para saber si es la familia de mi pareja, entonces no puedo atender el teléfono. Ellos también tienen mezuzot y dos o tres juegos de loza, su madre usa peluca y sus hermanas también. Son judíos muy observantes de las normas religiosas. Este nuevo mundo al principio me resultó un poco ajeno, pero me dio curiosidad, así fue como de a poco descubrí y aprendí las costumbres y normas de esa religión. De las cuales hoy cumplo algunas por amor a mi pareja, aunque no tenga las mismas creencias.

Un día comprando carne kasher en la carnicería de Simón en el barrio del Once me crucé con mi suegra, una mujer de unos setenta años aproximadamente, compartimos una conversación acerca de los precios y los cortes. Era raro, yo sabía quién era ella, dónde nació, quienes son sus padres, sus hijos, cómo se llaman sus amigas, a que templo va, elegí la blusa que llevaba puesta junto a mi pareja para regalársela en su cumpleaños y ella no sabía quién era yo. Y eso me pareció injusto, no para mí, sino para ella. Se estaba perdiendo la vida de su hijo, quién en silencio se iba alejando más y más de su familia y su comunidad para pasar tiempo conmigo. Por eso decidí que tenía que contar lo que pasa dentro de la comunidad judía. Por ella, por sus hijos, y por todos los padres y los hijos que se desvinculan sean o no judíos. No podía mostrar la vida de mi pareja sin ponerla en riesgo. Y lo que hago es por amor a ella. Así que empecé a buscar historias parecidas a las de él. ‘Mi ‘suegra’ se lo merece’.

El punto interesante de la película, es que no victimiza a sus protagonistas ni se plantea como una queja, sino como un interrogante al cuál se trata de encontrar una solución que, algún día, lleve a la integración y a la aceptación.

Con entrevistas de hombres que cuentan mirando a cámara “no todos los entrevistados en la investigación aceptaron aparecer hablando frente a una cámara y también se buscaron mujeres, pero ninguna se animó a poner la cara y la palabra- la película mezcla imágenes de archivo de la vida de estos hombres contadas con una estética que parece contar un discurso todavía sin fin y nos lleva de la mano a una posible solución, el descubrimiento de la organización JAG (Judíos Argentinos Gays) que además juega con el significado de la palabra en hebreo: ‘fiesta’. JAG, dirigida primero por Diego y más tarde por Gustavo, dos de los que se animaron a dar su testimonio para Otro entre otros, intenta generar lazos con las otras asociaciones judías existentes en el país. Diego cuenta que en los encuentros de comunidades son bien recibidos pero luego de hacer un primer llamado para generar un segundo encuentro, llega el silencio o la excusa amable o la posposición eterna.

Sin embargo, JAG, es la esperanza y la confirmación de que la unión hace la fuerza y que estos hombres judíos cargan sobre sus hombros y corazón la fuerza del pueblo al que pertenecen y que ha luchado por ganar todas sus batallas y un lugar en el mundo. No me cabe duda de que no faltará tanto para que la suegra de Pelosi y todas las suegras y discriminadores del mundo entiendan el valor de la diferencia. Porque la diversidad nos humaniza y enriquece: judío, católico, musulmán, blanco, negro, ateo, gay, hétero¦

Un pueblo atravesado por un profundo humanismo no puede no llegar a entenderlo. En este cruce entre raza y sexo se planta esta película, en esta tierra sudamericana donde vive la mayor comunidad judía del continente, donde el 8 por ciento de la misma es gay.

Miro Otro entre otros y pienso en el holocausto y sus horrores; miro esta película y me pregunto cómo quiénes lo sufrieron y hoy todavía están marcados por él generan otro holocausto dentro de las tibias paredes de sus hogares y esto va más allá de la religión judía, porque la película de Pelosi es una llamado a la integración de cualquier otro, un pedido para ejercer el derecho de cualquier alteridad, porque ninguna de ellas altera ningún orden. ¿Qué orden? ¿El de los nazis, el de los milicos asesinos, el de senadores como el impresentable Olmedo? ¿Qué orden?

Otro entre otros se estrena el 19 de agosto en el Gaumont y puede verse todos los viernes a las 18.30 en el Malba.

Publicado en Asterisco, de ElArgentino

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