Territorio Civale

escritora, periodista, nómade

Abramovic y su estética balcánica (o volcánica)

La exposición traza su prolífera carrera con aproximadamente 50 trabajos de alrededor de cuatro décadas de temprana intervención, piezas sonoras, vídeos, instalaciones, fotografía y performances.

Balkan Baroque. Mirada de la Instalación del 2010 en el MoMA de Nueva York. Foto de Jason Mandella

Lamento no haber tenido la oportunidad de apreciar la muestra que cerró la temporada de primavera en el Museum of Modern Art de New York. Me refiero a la gran retrospectiva, la más grande realizada jamás, dedicada a la artista montenegrina, Marina Abramovic. Si hay alguien que lea esta columna más o menos seguido se dará cuenta que me fanatizo con ciertos artistas como otros pueden hacerlo con equipos de fútbol o cantantes de rock. Abramomic despierta en mí esta fascinación incontrolable e irracional y ha sido así desde que vi una instalación sobre los Balcanes “Erótica balcánica- hace no mucho tiempo en Hangar Bicoca de Milán. Ella hacía ya casi 40 años que se había convertido en la pionera de los performers y este desconocimiento mío y el poder visual suyo, marcaron para mí una suerte de pacto silencioso. Cada vez que descubriese una muestra en el mundo con su obra, me las arreglaría para hablar sobre ella. Y eso es lo que estoy haciendo ahora.

El MoMa presentó The artist is present (El artista es el presente) donde expuso en todos los pisos de su edificio distintas obras de la artista nacida en Belgrado en 1946.

Abramovic es una pionera en la realización de performances como una forma de arte visual. Desde los inicios de su trabajo empleó el cuerpo ya sea como sujeto ya sea como medio en intervenciones que realiza sobre sí misma. Pone a prueba los límites físicos y mentales de su propia existencia, llegando a soportar el dolor, poniéndose a prueba para buscar transformaciones emotivas y espirituales que pretende experimentar ella misma antes de darlas a conocer al público a través de videoinstalaciones.

Sus obras, como rituales consisten en acciones simples de la vida cotidiana: como estar simplemente sentados o pensar y soñar, situaciones que para ella son expresiones de un único estado mental.

Una experiencia de este tipo expuso en New York. Durante lo que duró la muestra -700 horas- Abramomic presentó un video registrado especialmente para esta retrospectiva, una obra que constituye el corazón de la muestra y que enfatiza el concepto que le da nombre, eso de que el arte es puro presente.

De este modo, diariamente la artista se sentó frente a una mesa en el lobby del Donald and Catherine Atrium Museum durante las horas en las que concurría el público y pasivamente invitaba a los visitantes a sentarse frente a ella por todo el tiempo que quisieran. El público podía hablar y preguntarle lo que desease pero ella permanecía muda, quizá un modo de producir una autointerrogación en quien se animaba a sentarse y sin dudas una manera de hacerlo formar parte de una obra de arte sin cuya participación no hubiese tenido lugar. Actuar el arte aquí y ahora, actuar el arte con los otros y para los otros.

Esta fue la apuesta original y de mayor riesgo expuesta en New York donde también pudieron verse, actualizadas al día de hoy, otras piezas claves en la creación de esta fenomenal artista, mundialmente conocida, además, por las largas duraciones de sus trabajos, donde el tiempo estirado, vuelve a recordarnos este concepto del arte como presente.

El tiempo y el cuerpo propio son las coordenadas que, más allá de los relatos elegidos, siempre se cruzan en sus creaciones. Dijo de su obra: ‘el cuerpo humano es a la vez condición, oportunidad e impedimento; un punto de partida existencial para cualquier desarrollo espiritual’.

En el MoMa pudieron apreciarse Imponderabilia (1977/2010), en la cual dos performers desnudos permanecían parados uno frente al otro obligando al espectador a pasar por el medio de ellos para continuar el recorrido de la muestra. ‘Relation in Time’ (1977/2010), por el contrario, expone a dos performers sentados en silencio y conectados y atados entre sí por sus largas cabelleras.

‘Point of Contact’ (1980/2010) sigue con la idea de enfrentamiento de dos performers y aquí el enfrentamiento no tiene sutilezas, cada uno de ellos portan armas largas que tocan suavemente, allí donde debe salir la bala. Una acción pacífica pero que relata la violencia que siempre parece a punto de estallar.

También se exhibieron obras con performers desnudos como ‘Nude with Skeleton’ (2002“05/2010), en la cual el peformer yace debajo de un esqueleto humano, animando sus hueso con los movimientos de su respiración.

En ‘Luminosity’ (1997/2010), en cambio, el performer desnudo se encuentra suspendido en lo alto de una pared, inmerso en una luz encegecedora y da la impresión de estar flotando ante la pared.

Todo sucede en el momento en que lo estamos viendo, todo sucede cada vez y en forma diferente: según la percepción de quién lo mira, el ánimo del performer o las circunstancias particulares del día.

Todas estas performance fueron exhibidas a través de videos o registros fotográficos de las performance originales y se sumaron a una nutrida selección de fotografías, videos y bandas de sonido. La muestra se organizó cronológicamente: desde los primeros trabajos realizados en Belgrado donde destaca ‘Rhythm 0’ (1974) en la que Abramovic situó sobre una mesa 72 objetos que el público podía tomar y usar (tijeras, cuchillos, pinturas, pinceles, un revólver, un única bala, entre otros) y durante seis horas permitía que los asistentes manipulasen esos objetos en función de su propio cuerpo, el de ella, la artista.

Al final de la performance, cada vez, Abramovic terminaba con la ropa tajeada, con heridas en el cuerpo, pintada, decorada y muchas veces el arma fue disparada contra ella. (claro que la bala no era tal, sino hoy estaría muerta).

Así de presente y vivo es el arte que propone, así de riesgoso y extremo, y en esta performance de hace más de 30 años logró desnudar el alma humana, tan brutal como sensible y allí se puso ella para, artísticamente, narrarlo.

Esa es la esencia del arte de Abramovic: cómo no voy a amarla y rendirme a sus pies. Esta columna es parte del pago de la deuda de la que les hablaba al principio y creo que con todo lo que me provoca ver cada una de sus creaciones, todavía me falta mucho para saldarla.

Publicado en Asterisco, suplemento cultural de la revista veintitrés y del dominical Miradas al sur

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